Testigos del ecocidio: Delta del Níger

 

Esta entrada forma parte de un Blog de invitadxs que pretende ser un espacio dedicado a los numerosos movimientos/campañas de todo el mundo que se enfrentan a la destrucción de los ecosistemas, para que compartan sus historias, relatos y perspectivas.

Este blog fue escrito por el defensor del clima nigeriano Perfecto Johndick.


En mi territorio, sólo oigo el grito silencioso de la naturaleza pidiendo justicia. Me dice que durante décadas ha habido mucha impunidad por los crímenes cometidos contra ella. Escuchen con atención y oirán los gritos de los habitantes del delta del Níger. Pájaros cuyo plumaje está cubierto de petróleo luchan por alzar el vuelo. Pescadores, cuyas redes aparecen vacías, y a quienes la codicia de quienes buscan el beneficio a cualquier precio les ha robado su medio de vida. 

El delta del Níger, donde crecí, fue antaño el hogar de una próspera comunidad entre manglares y arroyos, grandes bosques y cursos de agua. Un lugar donde el siluro se encontraba con las ostras en una sinfonía de belleza natural. Pero este hermoso hábitat ha sido víctima de un ecocidio. Criminalizar ese daño es la única forma de garantizar la rendición de cuentas por esta injusticia y detener la destrucción del Delta. Hay que hacerlo urgentemente.

El envenenamiento del delta del Níger

Cuando era niño, veía a los pescadores de mi ciudad, Okrika, volver a casa con las redes llenas de salmonetes y salmonetes de fango. Los niños volvían con cestas de bígaros de los manglares y las madres hacían sopa con los recursos del río. Oí hablar de los omoku, que plantaban mandioca en grandes cantidades, hacían garri y producían aceite de palma. Respirábamos un aire prístino y los ríos y manglares ofrecían un terreno fértil para las actividades pesqueras, que sostenían tanto los medios de subsistencia como las tradiciones culturales. Los ríos y acuíferos limpios sustentaban las actividades agrícolas y proporcionaban agua potable a las comunidades.

Esto fue antes del envenenamiento del delta del Níger, una tragedia que comenzó el 15 de enero de 1965, con el descubrimiento de un pozo de petróleo en la comunidad de Oloibiri. El petróleo, antes considerado una bendición, resultó ser una maldición. Llegaron hombres con máquinas y promesas, tomando enormes extensiones de tierra para las empresas petroleras, perforando y extrayendo erráticamente. Hoy, el delta del Níger es un inmenso yacimiento petrolífero con más de 1.400 pozos, 275 estaciones de flujo, más de 7.000 kilómetros de oleoductos y gasoductos, y más de 120 hornos de quema de gas.

Durante décadas, la extracción de petróleo prometió prosperidad económica pero trajo consigo la ruina medioambiental. Los vertidos han sido habituales, las antorchas de gas emiten humos sin cesar y la tierra, antaño fértil, se ha envenenado. Los arroyos están atascados de petróleo, sofocando la vida en su interior. La extracción de petróleo ha dejado sin hogar a monos y serpientes, ha destruido árboles y ha matado bígaros. Ha contaminado y destruido ecosistemas, provocando la pérdida de especies vegetales y animales y alterando el equilibrio ecológico. La pérdida de biodiversidad ha sido catastrófica.

En términos más generales, la extracción de petróleo y gas en el delta del Níger se ha sumado al desastre del calentamiento global al aumentar las emisiones de carbono y reducir la capacidad de secuestro de carbono. Esto se ve agravado por las grandes cantidades de gases de efecto invernadero que se liberan durante la práctica de la quema de gas. Desde la década de 1980, su práctica está penalizada en Nigeria, pero no ha hecho más que extenderse. Desde 1979, el gobierno nigeriano se ha comprometido a más de ocho promesas y plazos para poner fin a la quema de gas, que no ha cumplido. 

El impacto humano

Aunque a principios de la década de 1990 estaba claro que la contaminación por petróleo en el delta del Níger había destruido los medios de subsistencia y el medio ambiente de muchas personas, no fue hasta 2011 cuando aparecieron pruebas contundentes en forma de informe del PNUMA, que mostraba hasta qué punto la contaminación por petróleo había afectado a la vida, los medios de subsistencia, la salud y el medio ambiente de las personas. En concreto, el estudio de evaluación mostraba cómo la contaminación había hecho inseguras las fuentes de agua potable, incluida la presencia de 900 veces la cantidad permitida de benceno, sustancia química cancerígena. Contaminantes como el benceno, el tolueno y el xileno han provocado problemas respiratorios, digestivos, enfermedades cutáneas y cáncer. La contaminación por petróleo también ha provocado resultados maternos adversos.

Las comunidades ya no pueden cultivar debido a la degradación del suelo. Cuando consiguen cultivar, cosechan poco, y a veces prematuramente, porque son conscientes de la inminencia de las inundaciones. La mayoría de las comunidades del delta del Níger sufren inundaciones masivas que les obligan a emigrar o a vivir una existencia empobrecida en campos de desplazados internos, exponiéndose a aguas sucias, enfermedades, mala alimentación y haciéndoles perder sus cosechas, sus hogares, su cultura y sus vidas. 

Lamentablemente, la situación continúa. En noviembre de 2023, se produjo un vertido de petróleo en Bane Ogoni que permaneció visible en el río hasta febrero de 2024, diezmando la vida marina y contaminando el agua hasta el punto de que no se pudo utilizar durante meses.

La brecha de la rendición de cuentas

Los culpables de este crimen son los gigantes del petróleo y el gas que operan en el Delta. Queman gas, provocan constantes vertidos de petróleo y llevan a cabo otras prácticas nocivas con una impunidad pasmosa, aprovechándose de la debilidad de la normativa. 

En medio de esta desesperación, los principales actores del sector han ido desinvirtiendo en el delta del Níger. Las empresas hacen las maletas y se marchan sin rendir cuentas ni pagar las indemnizaciones que necesitan desesperadamente para reparar los ecosistemas que han destrozado o las comunidades vulnerables a las que han oprimido durante tanto tiempo. Pero los habitantes del Delta se han negado a aceptar la desinversión. De hecho, permanecemos unidos, con nuestras voces alzadas en señal de desafío, exigiendo justicia a estas empresas y diciendo "no a la desinversión sin restauración".

Ley de Ecocidio: "un signo de esperanza" para el delta del Níger

La devastación provocada por este desastre ecológico y la escandalosa impunidad de sus autores son argumentos de peso para incorporar el ecocidio al derecho penal internacional. A pesar de la existencia de leyes medioambientales nacionales en todo el mundo, su aplicación se ve gravemente limitada por la falta de voluntad política y los casos presentados por la sociedad civil han tenido un éxito limitado. Esto permite a las empresas dar prioridad a los beneficios frente a la protección del medio ambiente. Además, el derecho internacional del medio ambiente tiene un uso limitado dado que su objetivo no es castigar a las personas sino establecer principios y marcos para la cooperación internacional en materia de medio ambiente. 

Por otro lado, el concepto de derecho del ecocidio se refiere a la penalización de daños ecológicos significativos. La integración del ecocidio en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional contribuiría a colmar una laguna crítica en materia de rendición de cuentas, al ilegalizar los daños al medio ambiente a gran escala, en grado grave o durante un período prolongado. Responsabilizaría a los responsables de la toma de decisiones, disuadiéndoles de cometer delitos medioambientales en el futuro. Responsabilizaría a las personas y a las empresas de sus actos, disuadiéndolas de cometer delitos contra el medio ambiente en el futuro. Para las comunidades del delta del Níger, creo que penalizar el ecocidio sería un signo de esperanza.

Aunque los detractores del ecocidio han señalado los problemas de aplicación, la destrucción generalizada del delta del Níger es un claro recordatorio de lo importante que es actuar con rapidez. Incorporar el ecocidio al derecho penal internacional es un paso crucial para garantizar la responsabilidad medioambiental, salvaguardar nuestro planeta y salvaguardar la salud de las generaciones presentes y futuras. 

Llamada a la acción

Stop Ecocide International se ha comprometido a reconocer el ecocidio como delito y ha abogado por su aplicación legal. Si su labor tiene éxito, las generaciones futuras podrán conocer la historia del ecocidio y su castigo legal como una lección sobre el poder de la cooperación y la importancia de la protección de la Tierra. Es mucho lo que está en juego, porque si fracasamos, podríamos perder algo más que el medio ambiente. También podríamos perder una parte de nosotros mismos.

Hago un llamamiento a todos los Jefes de Estado y de Gobierno para que apoyen la integración del ecocidio en el derecho penal internacional. Además, hago un llamamiento a la sociedad civil, a los jóvenes, a los particulares y a todos los demás para que se unan a la defensa de la tipificación como delito del ecocidio. 

Juntos podemos marcar la diferencia y crear un futuro en el que la protección del medio ambiente sea tanto una obligación legal como un derecho humano fundamental.

STOP ECOCIDE.

 
Anterior
Anterior

América Latina demuestra por qué el ecocidio debe ser un delito internacional